Educación en la
antigua China
La aparición y difusión del
pensamiento de Confucio, en el siglo VI a. C., divide la historia de China en dos grandes
etapas. La época preconfuciana, desde los orígenes de esta cultura asiática en
el siglo XV a. C., estuvo marcada por las
grandes dinastías Chang y Chou, así como por el feudalismo como estructura
social y política.
Además del
pensamiento confuciano, el pueblo chino tuvo otra gran corriente de pensamiento
que fue el taoísmo, aunque no tuvo consecuencias en
el terreno educativo.
El confucianismo y su visión del
mundo determinan las características, los objetivos y los contenidos de la
educación en la antigua China hasta bien entrado el siglo XX y
hasta el gran cambio cultural, social y económico que supuso la revolución
marxista y el largo gobierno de Mao Zedong. En la concepción clásica, el cosmos se
articula en la armonía del Cielo, el Hombre y la Tierra; el Emperador, que
recibe el Mandato del Cielo, vela por el
mantenimiento de este equilibrio.
El maestro debe
ser un "Junzi" moral, un hombre superior, cuya inteligencia, honestidad
y virtud lo diferencian de la mayoría. Se mostrará afable en el trato con las
personas, pero sin perder la fuerza de sus conocimientos y opiniones, se
alimentará y vivirá de manera frugal y sencilla. Admirará la inteligencia allí
donde la encuentre, pero será comprensivo con el vulgo escasamente formado.
Deberá conocer las capacidades de cada uno de sus alumnos, tratará de
convertirse en su guía, en abrirles el camino al conocimiento y enseñarles el
único camino a la perfección: el esfuerzo personal y la autoperfección mediante
la introspección -que le permite conocer su interior- y el estudio del mundo
exterior -con el fin de conocer los deseos del Cielo-. Este proceso de mejora
genera el "Li", un concepto básico en el pensamiento chino. El Li es
tanto un conjunto de normas interiores que disciplinan las pasiones y crean un
orden interno en la persona, como una serie de reglas y rituales de la vida
comunitaria, en sociedad, que regulan la convivencia y facilitan el orden
exterior.
La educación
comprenderá, por tanto, un ámbito fundamental: la formación moral, y otros dos
que la completan, como son la intelectual y la guerrera. Para conseguir los
objetivos morales se enseñan dos disciplinas, la música, porque conmueve el
interior de la persona y le crea serenidad, y las ceremonias, que regulan la
conducta exterior y otorgan elegancia a quien se ejercita con esmero y rigor.
Las prácticas militares comprenden el manejo de carros de combate y el tiro con
arco. La formación cultural se centra en el aprendizaje de la escritura y de
las matemáticas.
Los contenidos,
organizados en torna a las llamadas seis artes, se extraen de un amplio cuerpo
de libros canónicos, unos preconfucianos, otros confucianos. Entre los
primeros, destacan el , el Libro de Música, el Libro de Odas, el Libro de
Ceremonias, el Libro de Historias, los Anales de Primavera y Otoño, y el Libro de
las Mutaciones (I Ching); éste último es un extraño compendio adivinatorio que,
lejos de acumular supersticiones y fraudes, utiliza diversas técnicas
milenarias que facilitan la afluencia del pensamiento interior y la intuición
escondidos, ocultos a la conciencia; cuando una persona ha de tomar alguna
decisión, el I Ching aflora las sensaciones y canaliza la respuesta que ya
había tomado en su interior.
El canon
confuciano se compone de los Cuatro Libros: las Analectas (florilegio de
fragmentos en los que el maestro explica su pensamiento), la Gran Enseñanza, la
Doctrina del Justo Medio y el Libro de Mencio (el principal discípulo de
Confucio, del siglo IV a. C.).
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